FRACASO DE LA REFORMA LABORAL DE 2012


La reforma laboral ha sido un fracaso con consecuencias devastadoras

Después de 8 años tenemos un modelo laboral menos eficiente y más injusto

La reforma laboral de 2012 promovió la destrucción de empleo al abaratar y facilitar los despidos, y al hacerlo, favoreció el autoritarismo frente a la flexibilidad negociada.

Además, la reforma laboral ha incrementado la precariedad laboral en España. Hoy el empleo es de peor calidad, más inestable, menos seguro y está peor pagado.

La reforma profundizó la devaluación salarial, aumentó la temporalidad, la parcialidad, la rotación laboral y los contratos indefinidos se han vuelto más inestables.

Es prioritario derogar ya la reforma laboral y aprobar una contrarreforma que cree empleo digno y con derechos.

Según la exposición de motivos, la reforma laboral de 2012 tenía como objetivos principales fomentar la creación de empleo, favorecer la contratación indefinida y reducir la dualidad laboral, favorecer la flexibilidad interna de las empresas como alternativa a la destrucción de empleo o mejorar la empleabilidad de los trabajadores.

Sin embargo, ocho años después de su aprobación, los datos confirman que la reforma fue un fracaso rotundo ya que no consiguió ninguno de estos objetivos, sino que en la mayoría de los casos los empeoró.

La reforma laboral, en realidad, fue y es un instrumento para debilitar los derechos de los trabajadores, desequilibrando a favor del empresario la estructura de la negociación colectiva y la posibilidad de articular la relación laboral. Derivado de ello, se retrasó, una vez finalizada la crisis, la posibilidad de recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores y se precarizó aún más el mercado laboral.

Despido más fácil y más barato. Más despidos

Uno de los puntos fundamentales de la reforma consistió en facilitar el despido, de un lado, estableciendo causas muy laxas para justificarlos (basta con la disminución de los ingresos o de las ventas durante tres trimestres consecutivos), y de otro, suprimiendo la necesidad de autorización administrativa en los despidos colectivos. Y también abaratarlo, rebajando las indemnizaciones de 45 días por año a 33, y de un máximo de 42 mensualidades a 24). En suma, despido más fácil y más barato.

Esto incentivó el uso del despido como la medida prioritaria para recortar costes de las empresas en lugar de priorizar otras formas de ajuste menos traumáticas lo que lejos de fomentar la creación de empleo, alentó su destrucción; y en lugar de favorecer la flexibilidad interna negociada, promovió la rescisión unilateral de los contratos.

No es casualidad que 2012 fuera el ejercicio con mayor número de despidos de contratos indefinidos de la historia, 777.000, lo que se tradujo en la segunda mayor pérdida total de empleo de la historia, 788.700 ocupados, solo por detrás de la sufrida en 2009 (1.362.800). Y en 2013 se perdieron otros 493.700 empleos.

Ahora hay más ocupados, pero se trabaja menos horas

De 2011 a 2018 el número de ocupados ha crecido un 4,3%, pero las horas trabajadas por persona han descendido un 0,9%. Esto en parte es consecuencia tanto del auge del contrato a tiempo parcial, como del aumento de la rotación laboral, derivadas de la mayor discrecionalidad otorgada al empresario en la gestión del empleo con la reforma de 2012.

Aumento de la precariedad laboral en todos los ámbitos

La reforma no ha creado empleo, pero sí ha contribuido a elevar los niveles de precariedad del empleo generado. Hoy el empleo es de peor calidad: más inestable, menos seguro y peor pagado, por eso la productividad del trabajo ahora es negativa, lo que supone una anomalía en una economía avanzada.
  • La temporalidad no ha dejado de crecer. En 2011 la tasa de temporalidad era del 25,1%. En 2018 fue del 26,8%. Este aumento de la temporalidad se percibe más desde 2014, cuando la economía comenzó a crecer de nuevo tras la crisis. De 2013 a 2018 la tasa de temporalidad ha crecido 3,6 puntos porcentuales (del 23,1% al 26,8%) y en 2018 fue la más alta desde 2008.
  • La rotación en el empleo ha aumentado sin parar. Los contratos temporales realizados son cada vez de más corta duración: en 2011, el 20,2% de los contratos temporales firmados tenían una duración inicial inferior a 7 días. Desde entonces no ha dejado de crecer, y en 2018 fueron el 26,7%. Hasta el mes de agosto de 2019 es aún superior, el 27,2%.
  • Se ha incrementado el uso del contrato a tiempo parcial como una figura precaria. La reforma de 2012 flexibilizó aún más la utilización del contrato a tiempo parcial (incluso permitiendo la realización de horas extraordinarias), de este modo, la presión de la crisis impulsó el cambio de contratos a jornada completa por otros a jornada parcial.
  • Desde la entrada en vigor de la reforma 30 de cada 100 empleos creados han sido a tiempo parcial (365.000, frente a 818.000 a tiempo completo, con datos del cuarto trimestre de 2011 al segundo de 2019). En este tiempo los empleos a tiempo parcial han crecido a un ritmo tres veces superior que los de tiempo completo (20,3% frente a 7,3%) y la tasa de parcialidad del empleo (el porcentaje de trabajadores que trabajan a jornada completa respecto del total) ha aumentado del 13,5% al 14,6%.
  • La reforma profundizó la devaluación salarial. En total, de 2011 a 2017 los salarios perdieron 6,8 puntos de poder de compra.
  • La reforma laboral de 2012 no ha mejorado la empleabilidad de las personas, de hecho, la financiación de las políticas activas de empleo se recortó en el bienio 2012-2013 en 4.000 millones de euros, más de la mitad de la cuantía dedicada en 2011 a esta cuestión.








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