UGT RECLAMA UN PLAN NACIONAL CONTRA LA DESERTIFICACIÓN


UGT reclama un Plan Nacional contra la Desertificación y abordar desde el consenso un Pacto del Agua

17 de junio, Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía

La desertificación y la sequía son un problema grave que no solo afecta al medio ambiente, sino también a las personas, pues implica hambre, pobreza, problemas de salud y genera graves desigualdades.

El sindicato demanda medidas encaminadas a la gestión sostenible de los recursos naturales y la adaptación y mitigación al cambio climático.

Reforestar y regenerar las especies arbóreas o mejorar la gestión del agua, cuestiones claves.

Con motivo del 17 de junio, Día Mundial de la lucha contra la Desertificación y la Sequía, la Unión General de Trabajadores reclama la protección de nuestro planeta contra la degradación, para la cual el Gobierno debe establecer medidas encaminadas al consumo y la producción sostenibles, la gestión sostenible de los recursos naturales y la adaptación y mitigación al cambio climático, de manera que se pueda satisfacer las necesidades de las generaciones presentes y futuras.

Con motivo del 25º aniversario de la adopción de la Convención de Naciones Unidas contra la Desertificación, este año se quiere poner de relieve los progresos globales en materia de gestión sostenible del suelo. En este sentido, la campaña de este año gira en torno al lema "Construyamos el futuro juntos".

La desertificación es la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, y está causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas. Este proceso no hace referencia, por tanto, al avance de los desiertos existentes, sino que se refiere a la desertificación que se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas (que cubren un tercio de la superficie del planeta), a la sobreexplotación y el uso inadecuado de la tierra.

De acuerdo a esta definición, amplias zonas de nuestra geografía se encuentran potencialmente afectadas por el proceso. De hecho, más de dos terceras partes del territorio español pertenecen a las categorías de áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Recientemente, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha presentado un avance de los datos del Open Data Climático, con las evidencias más relevantes de los impactos del cambio climático en España en los últimos 40 años, que ponen de manifiesto que hay más de 32 millones de personas directamente afectadas por sus consecuencias. 

En este estudio se revela, por ejemplo, que la superficie con clima semiárido ha aumentado en 30.000 km2 (en torno al 6% de la superficie de España) en los últimos 50 años. Las zonas más afectadas son Castilla-La Mancha, el valle del Ebro y el sureste peninsular. La combinación de factores y procesos como la aridez, la sequía, la erosión, los incendios forestales, la sobreexplotación de acuíferos, etc., da origen a los distintos paisajes o escenarios típicos de la desertificación.

A nivel mundial, cada año, se pierden 24.000 millones de toneladas de suelo fértil. Para UGT, es fundamental destacar algunos datos importantes que facilita la ONU y que conviene tener en cuenta para poder entender la dimensión del problema:

Suelo y sequía

"De cara a 2025, 1800 millones de personas vivirán una escasez absoluta de agua. Además, dos tercios de la población mundial no dispondrán de suficientes recursos hídricos".

Es una compleja amenaza medioambiental que irrumpe con fuerza en el ámbito socioeconómico, causando más muertes y desplazamientos humanos que cualquier otro desastre natural.

Tierra y seguridad humana

“En 2045 alrededor de 135 millones de personas en todo el mundo pueden haber sido desplazadas como consecuencia de la desertificación".

Frenar la degradación de nuestros suelos, mediante la rehabilitación de tierras, la expansión de terrenos gestionados sosteniblemente y el incremento de iniciativas de reparación de terrenos, es una de las principales vías hacia una mayor capacidad de adaptación y un mejor equilibrio ecológico.

Los suelos y el clima

"La restauración de suelos en ecosistemas ya degradados puede conducir a la absorción y almacenaje de hasta 3000 millones de toneladas de carbono cada año".

Las actividades del uso de suelos representan casi el 25% de las emisiones globales de CO2. Por lo tanto, las mejoras en este sector, junto con un uso más sostenible de las tierras, son fundamentales para ayudar a combatir el cambio climático.

Medidas fundamentales

Para UGT, este Día Mundial brinda una oportunidad única para recordar que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, con una firme participación de la sociedad y cooperación a todos los niveles. Aún estamos a tiempo de revertir esta situación si tomamos medidas como:
  • Reforestar y regenerar las especies arbóreas.
  • Mejorar la gestión del agua, mediante el ahorro, la reutilización de las aguas depuradas, el almacenamiento del agua de lluvia, la desalinización o, en su caso, el riego con agua de mar de las plantas halófilas.
  • Mantener el suelo mediante el uso de vallas para frenar el avance de las dunas, barreras arbóreas para proteger frente a la erosión eólica, etc.
  • Enriquecer y fertilizar el suelo a través de la regeneración de la cubierta vegetal.
  • Posibilitar el desarrollo de los brotes de especies arbóreas nativas mediante la poda selectiva. Los residuos de la poda se pueden emplear para abonar los campos, y así aumentar la capacidad de retención de agua del suelo y reducir la evapotranspiración.

Por otro lado, el sindicato considera imprescindible reconocer la necesidad de luchar contra la desertificación como parte de nuestros esfuerzos por alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Específicamente, el Objetivo 15 recoge la determinación de gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad.

Para UGT, es necesario además disponer de una dotación presupuestaria suficiente para poner en práctica de manera efectiva el Plan de Acción Nacional contra la Desertificación y abordar desde el consenso un Pacto del Agua con un enfoque social, porque la desertificación y la sequía son un problema grave que no solo afecta al medio ambiente, sino también a las personas, pues implica hambre, pobreza, problemas de salud y genera graves desigualdades.

Por ello, el sindicato ha elaborado un documento con el objetivo de dar visibilidad a esta problemática. La desertificación es uno de los mayores retos medioambientales y es necesario que la sociedad lo conozca para poder hacer frente a él con plenas garantías.



INTRODUCCIÓN 

La desertificación y la sequía suponen grandes retos para la humanidad ya que afectan al medio ambiente y a los medios de vida de millones de personas en su lucha contra la pobreza. 

Ya en la Cumbre de la Tierra, que se celebró en Río de Janeiro en 1992, la desertificación junto con el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad, se catalogaron como los mayores retos a los que se enfrenta el desarrollo sostenible. Sin embargo, es un concepto desconocido para la mayoría o, al menos, no se es consciente de la dimensión del problema. Por ello, desde la Secretaría de Salud Laboral y Medio Ambiente UGT-CEC hemos elaborado este documento, con el objetivo de dar visibilidad y sensibilizar sobre esta problemática. 

LA DESERTIFICACIÓN. CAUSAS Y EFECTOS 

La desertificación es la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas por causa de la actividad humana y las variaciones climáticas. Este proceso se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas (que cubren un tercio de la superficie del planeta y buena parte de España), a la sobreexplotación y al uso inadecuado de la tierra. 

La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego son ejemplos de aspectos que afectan negativamente a la productividad del suelo, por lo que tenemos que ponerles freno. Las principales razones por las que se produce la desertificación se pueden resumir en tres: 
  • La tala indiscriminada de árboles y arbustos que hace que desaparezca la cubierta vegetal, que es la responsable de mantener la capa fértil del suelo.
  • El sobrepastoreo que, por un lado, impide la regeneración de las plantas por el fuerte ritmo al que son consumidas y, por otro, destruye la capa superior del suelo por las pisadas de los animales.
  • La utilización de técnicas intensivas en agricultura, que provoca contaminación y hace que se agoten los nutrientes del suelo.

En estas circunstancias, agentes atmosféricos como el viento o las precipitaciones agravan la situación arrastrando y destruyendo la capa superficial de suelo fértil y generando tierras degradadas e improductivas. La persistencia a lo largo del tiempo de esta combinación de factores acaba por convertir estas nuevas tierras degradadas en desiertos.

Grandes áreas del nuestro planeta presentan altos grados de vulnerabilidad a la desertificación. Destacando zonas Oriente Próximo, el oeste de América del Norte, Australia y el continente africano. 

En Europa, España es el país que presenta un mayor grado de vulnerabilidad, sobre todo en la zona sur del país. La desertificación es un problema global que conlleva repercusiones graves para el desarrollo sostenible, el medio ambiente y la biodiversidad, la erradicación de la pobreza y la estabilidad socioeconómica. Los ecosistemas de las zonas secas son muy frágiles. Por ello, su degradación puede tener efectos devastadores para la población local y el medio ambiente, lo que va a implicar que millones de personas se vean obligadas a desplazarse en los próximos años como consecuencia de la desertificación.

Este fenómeno se ha producido anteriormente en la historia de la humanidad, contribuyendo a la caída de grandes imperios y a la migración de las poblaciones locales. Sin embargo, se calcula que en la actualidad el ritmo de degradación de las tierras cultivables aumenta a una velocidad entre 30 y 35 veces superior a la histórica . 

DESERTIFICACIÓN Y POBREZA 

De los ecosistemas de las zonas más vulnerables a la desertificación depende la subsistencia de unos 2.000 millones de personas, de las cuales casi el 100% vive en países subdesarrollados. La sobrepoblación en estos países crea la necesidad de explotar ganadera y agrícolamente las tierras de zonas secas. 

Es en estas tierras de baja productividad donde se desencadena un proceso que termina con el agotamiento de los nutrientes del suelo y los recursos hídricos (ríos y acuíferos) y la contaminación de los mismos. Cuando este proceso se da, y las tierras no pueden proporcionar alimento suficiente para sustentar a la población, se inicia la migración de las zonas rurales a las urbanas, las cuales presentan de por sí una sobrepoblación muy alta, lo que desencadena problemas de escasez de recursos básicos, así como de enfermedades y extrema pobreza. 

Como ya sabemos, las consecuencias del cambio climático van a traer sequías más prolongadas y extremas, por lo que con toda probabilidad el fenómeno de la desertificación se intensifique en los próximos años. Además,son los países menos desarrollados los que van a sufrir con mayor intensidad estos efectos porque son los más vulnerables debido a la menor capacidad de respuesta y protección. 

Esto va a hacer que el impacto de los efectos del cambio climático sea aún mayor, generando mayor pobreza si cabe (aumentando la desigualdad social) y a su vez mayor vulnerabilidad, convirtiéndose en un proceso que se retroalimenta. 

EL PAPEL DE LAS MUJERES. PLAN DE ACCIÓN SOBRE GÉNERO 

La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación ha creado recientemente un nuevo plan para apoyar y promover las políticas sensibles a las cuestiones de género.

El Plan de acción de género tiene como objetivo aumentar y fortalecer la participación y el liderazgo de las mujeres en todos los niveles de toma de decisiones y la aplicación local de la Convención, como en la gestión de la sequía y las tormentas de arena y polvo, y en los trabajos para neutralizar la degradación de la tierra. 

El objetivo es alcanzar la paridad de género en estas cuestiones para 2030. Las mujeres son mayoría entre los grupos más vulnerables frente al cambio climático, por lo que sufren de primera mano sus consecuencias y, al mismo tiempo, son minoría entre quienes toman las decisiones y trazan las estrategias y planes de mitigación y adaptación. 

Ellas deben actuar como agentes activos del cambio y para ello tienen que tener las mismas oportunidades. Este plan de acción de la Convención de Naciones Unidas supone una oportunidad histórica para llevar a la práctica real la igualdad de género y los derechos humanos y mejorar la calidad de vida para las mujeres del mundo. 

RELACIÓN CON LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE

El Objetivo 15 “Vida de Ecosistemas Terrestres” de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) elaborados por la ONU, recoge la determinación de gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad. 

Cuestiones de vital importancia ya que el 30% de la superficie terrestre está cubierta por bosques y estos, además de proporcionar seguridad alimentaria y refugio a las poblaciones indígenas, protegen la diversidad biológica y son fundamentales para combatir el cambio climático. 

Según la ONU, cada año desaparecen 13 millones de hectáreas de bosque y la degradación persistente de las zonas áridas ha provocado la desertificación de 3.600 millones de hectáreas. 

Además, las regiones más afectadas son América del Sur y África, en donde dicha desertificación está afectando a las praderas y los pastizales, lo que afecta a la seguridad alimentaria y al desarrollo de los países. Para mejorar la vida y los medios de subsistencia de más de 1.000 millones de personas que actualmente están en peligro es esencial revertir los efectos de la degradación de la tierra y la desertificación mediante una ordenación sostenible de la tierra.

Algunas de las metas de este objetivo son: 
  • 15.1 Para 2020, velar por la conservación, el restablecimiento y el uso sostenible de los ecosistemas terrestres y los ecosistemas interiores de agua dulce y los servicios que proporcionan, en particular los bosques, los humedales, las montañas y las zonas áridas, en consonancia con las obligaciones contraídas en virtud de acuerdos internacionales. 
  • 15.3 Para 2030, luchar contra la desertificación, rehabilitar las tierras y los suelos degradados, incluidas las tierras afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones, y procurar lograr un mundo con una degradación neutra del suelo. 
  • 15.6 Promover la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos y promover el acceso adecuado a esos recursos, como se ha convenido internacionalmente. 
  • 15.9 Para 2020, integrar los valores de los ecosistemas y la diversidad biológica en la planificación nacional y local, los procesos de desarrollo, las estrategias de reducción de la pobreza y la contabilidad. 



DESERTIFICACIÓN Y SEQUÍA EN ESPAÑA

Como se puede ver en los mapas, amplias zonas de nuestra geografía se encuentran potencialmente afectadas por el proceso de desertificación, especialmente las Islas Canarias y el sureste de la península. 

De hecho, una buena parte del territorio español, con la excepción de la franja más septentrional y algunas pequeñas zonas puntuales, pertenece a las categorías de áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, lo que supone más de dos terceras partes de la superficie. Esto nos convierte, con gran diferencia, en el país más vulnerable al proceso de desertificación de Europa. 

El problema de la desertificación en España viene dado por una combinación de factores entre los que se pueden destacar el clima (con largas sequías y precipitaciones intensas puntuales), la aridez, la erosión del suelo, la pérdida de cubierta vegetal por los grandes incendios forestales, la sobreexplotación de los recursos hídricos, el abandono de tierras de agricultura tradicional, etc.

La sequía también es un fenómeno preocupante, especialmente para nuestro país, ya que las predicciones auguran una disminución de las precipitaciones, así como una mayor variabilidad de las mismas, lo que se va a traducir en un aumento de las lluvias torrenciales y de los largos periodos de sequía, que producirán la degradación de los ecosistemas, así como graves afecciones en la actividad económica. 

Ejemplo de ello es el último periodo de sequía que hemos sufrido. Según los datos oficiales, en noviembre del año pasado los embalses españoles alcanzaron su nivel más bajo en los últimos 22 años con el 37,3 % de su capacidad total. 

SOLUCIONES 

Los países firmantes de la Convención de Naciones Unidas de lucha contra la Desertificación, aprobada en el año 1994 y entre los que se encuentra España como país en parte afectado, colaboran para mantener y restaurar la productividad de las tierras y los suelos, así como para mitigar los efectos de las sequías en las zonas secas, habitadas por las personas más vulnerables del planeta. Según Naciones Unidas, las principales acciones que se deben hacer para mitigar los efectos de la desertificación son: 
  • Reforestar y regenerar las especies arbóreas. 
  • Mejorar la gestión del agua, mediante el ahorro, la reutilización de las aguas depuradas, el almacenamiento del agua de lluvia, la desalinización o, en su caso, el riego con agua de mar de las plantas halófilas. 
  • Mantener el suelo mediante el uso de vallas para frenar el avance de las dunas, barreras arbóreas para proteger frente a la erosión eólica, etc. 
  • Enriquecer y fertilizar el suelo a través de la regeneración de la cubierta vegetal. 
  • Posibilitar el desarrollo de los brotes de especies arbóreas nativas mediante la poda selectiva. Los residuos de la poda se pueden emplear para abonar los campos, y así aumentar la capacidad de retención de agua del suelo y reducir la evapotranspiración.

La ratificación por parte de España de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación conlleva la preparación de un Programa de Acción Nacional como elemento central para luchar contra la desertificación. Su objetivo es determinar cuáles son los factores que contribuyen a la desertificación y las medidas prácticas necesarias para luchar contra ella y mitigar los efectos de la sequía. 

VISIÓN DE UGT 

Desde UGT estamos decididos a proteger el planeta y nuestro país contra la desertificación, ya que consideramos que es un problema grave no solo para el medio ambiente sino también para la erradicación de la pobreza y el hambre en el mundo. 

Por ello, instamos al Gobierno a establecer medidas encaminadas al consumo y la producción sostenibles, la gestión sostenible de los recursos naturales y la adaptación y mitigación al cambio climático, de manera que se pueda satisfacer las necesidades de las generaciones presentes y futuras. Estas medidas tienen que contar con un presupuesto suficiente para poder llevarlas a cabo. 

Es necesario pasar de las palabras a la acción. En relación con el agua, consideramos indispensable establecer una gestión eficiente, así como planes de actuación con medidas destinadas a paliar los efectos de la sequía. No podemos esperar únicamente a que nos salven las precipitaciones. 

Para ello, vemos necesario abordar un gran Pacto del Agua, enfocado desde un punto de vista social y elaborado de manera consensuada, contando con el respaldo y la participación de las organizaciones sociales, de manera que se asegure que el acuerdo perdura en el tiempo y que no está sometido a vaivenes políticos. 

Además, es fundamental que el presupuesto dedicado a programas relacionados con el agua se incremente y se incluyan políticas integrales, en las que se tengan en cuenta los diferentes planes específicos existentes (como el Plan de Acción Nacional contra la Desertificación), a los que se les debe dotar de partidas presupuestarias concretas para el desarrollo de las medidas que contengan (en los PGE 2018 no aparece especificada una asignación presupuestaria al Plan de Acción Nacional contra la Desertificación).

En definitiva, es el momento de apostar decididamente por la protección y el cuidado del medio ambiente y por combatir el cambio climático, cuyos efectos y consecuencias ya las estamos sufriendo. Actualmente, más de dos terceras partes de nuestro territorio se encuentran potencialmente en riesgo de sufrir desertificación y se esperan sequías cada vez más desbastadoras, por lo que tenemos que actuar ya. En nuestra mano está intentar mitigar y adaptarnos al cambio climático, realizar una transición ecológica y hacer de ello una oportunidad para realizar un cambio productivo y energético que nos permita vivir en un planeta más sostenible y socialmente justo, donde no se deje a nadie atrás.

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